Escrito por: Ana Elisa Moreno
Terapeuta holística
Las emociones que despierta un conflicto son de miedo y sus derivados, como enojo, frustración, angustia, dolor, decepción y rabia, por mencionar algunas y en muchos casos tienen implicaciones físicas como sudoración, problemas de sueño, problemas de presión, dolor de cabeza y muchos síntomas más.
Pareciera entonces que los conflictos nos vulneran, pero ¿realmente lo estamos?, y si lo estamos ¿podemos dejar de estarlo?
Estamos vulnerables cuando no sabemos cómo resolver un ataque de cualquier tipo. No nos sentimos capaces de hacerlo y nos volvemos presas de emociones abrumadoras. En cambio, cuando sentimos que somos capaces de solucionar un conflicto y, sobre todo, capaces de manejar las emociones, y nuestras respuestas ante la situación, el conflicto se convierte en una posibilidad de crecimiento personal cuya solución nos construye. Cada conflicto que solucionamos nos fortalece y nos libera, y dejamos de ser presas del miedo.
¿Cómo lograrlo?
Lo más importante es no esperar a que suceda. Si bien no sabemos qué puede pasar, cuando nos observamos podemos encontrar situaciones de conflicto que suceden una y otra vez, por ejemplo, si cada vez que llego al centro comercial me estreso buscando un lugar de estacionamiento y si no lo encuentro pierdo la calma, es un posible conflicto en el que puedo trabajar desde hoy. De esta forma, comenzaré el camino para la auto regulación emocional y el fortalecimiento de mis capacidades de resolución.
He aquí algunas recomendaciones, y la primera es que apliques solo las que te hagan sentido y desees experimentar:
1. Observa.
Siéntate en un lugar cómodo y contacta tu mente con la situación de conflicto que te preocupa y observa tu cuerpo, no tus pensamientos, sólo tu cuerpo. Revisa si la temperatura cambió en alguna parte de él, si detectas tensión, algún dolor, si la respiración se agita, y cualquier cosa que pueda darte indicios del conflicto en tu cuerpo.
Ahora, contacta con una situación que te haga sentir muy bien, quizá un recuerdo agradable o un hábito que disfrutas, y vuelve a observar tu cuerpo. Observa si se relaja, si cambia su temperatura, si se distiende o se contrae, si los dolores desaparecen y lo que sea que te dé información interesante.
A continuación, contacta con una situación neutra, algo que no consideras ni agradable ni desagradable y vuelve a observar tu cuerpo.
Una vez que tienes estos mapas de tu cuerpo en situaciones desagradables, neutras y agradables procura, cada vez que te acuerdes, hacer una pausa y observar tu cuerpo para ver si te da información de las emociones que se están desplegando a través de él.
Si detectas sensaciones que incluirías en las situaciones desagradables, trata de encontrar lo que está ocurriendo y trabájalo para solucionarlo. Si, por el contrario, lo que detectas es neutro o agradable, disfrútalo.
A través de la repetición de este ejercicio, con el tiempo comenzarás a notar signos tempranos en tu cuerpo que te avisarán de la necesidad de gestionar emociones de miedo y sus derivados. Podrás ponerte a salvo si es necesario y en vez de reaccionar, podrás responder creativamente.
No se trata de negar o detener las emociones que nos abruman, la idea es reconocerlas de manera temprana para observarlas sin drama y tener la oportunidad de responder de la manera que nos haga sentir mejor.
2. Arma tu caja de herramientas.
En la mayoría de las casas, hay una caja de herramientas que nos permite solucionar desperfectos o darle mantenimiento a la parte de la casa que lo necesita. Si bien, esa caja de herramientas no servirá si hemos dejado que el tiempo agrave el desperfecto, si será de gran ayuda cuando el desperfecto comienza. La caja de herramientas en casa generalmente contiene herramientas diversas para cada caso.
Nosotros también podemos hacer nuestra caja de herramientas para gestionar conflictos. En ella ponemos todas aquellas actividades y pensamientos que sabemos nos funcionan en determinadas situaciones. Para armar tu caja de herramientas personal, ve probando diversas cosas; quizá un mantra, prender una vela, salir a caminar o hacer respiraciones te pueden funcionar cuando te encuentras ansioso, para cuando estás enojado puedes probar hacer ejercicio, escribir en tu diario, hacer algo de jardinería o hablar con alguien, y para la tristeza quizá elijas ver una película, pintar mandalas, tomar un largo baño o salir a la naturaleza. Prueba distintas herramientas para incluir en ella y cámbialas si sientes que ya no te aportan. No todos tienen las mismas herramientas, cada uno de nosotros tenemos las propias, las que nos hacen sentido a nosotros y que nos ayudan.
Cuando estés en un conflicto, abre tu caja de herramientas y úsala, notarás cómo si tienes muchas opciones para manejar un conflicto desde el inicio y no permitirás que se salga de control.
3. Haz una lista.
Elabora una lista de situaciones que en general te causan conflicto y de las reacciones que tienes ante ellas. Por ejemplo, “cada vez que veo a alguien pelear, me pongo tan nervioso que me echo a correr”. Observa lo que denota en ti cada situación de conflicto que has vivido.
Una vez que tengas esa lista, observa tus respuestas. En todos los casos, un detonante nos lleva a situaciones similares de nuestro pasado donde la respuesta que hoy parece automática se fue elaborando. En todos los casos, las primeras veces que respondiste de la forma que lo haces hoy sin pensar, fue la reacción correcta para ponerte a salvo. Si usamos el mismo ejemplo, quizá correr era una forma de ponerte a salvo cada vez que tus hermanos mayores peleaban entre si y de esa forma no “se metían contigo”. Al cabo de muchos pleitos y muchas veces que corriste, aprendiste a reaccionar de la misma forma ante situaciones similares.
Sin embargo, hoy puedes revisar la lista y ver si algunas de esas reacciones automáticas siguen teniendo la misma vigencia que antes, es decir, puede ser que ahora puedas responder de una forma diferente o hayas entendido que reaccionabas así por la edad que tenías, y que ahora eres más maduro, estás más fuerte y no es necesario correr. Quizá incluso puedas detectar que en realidad ya no tienes la misma sensación de vulnerabilidad que tenías a esa edad y no hay razón siquiera para ponerte nervioso.
Si al hacer la lista te das cuenta de que algunas de esas reacciones siguen siendo necesarias para ti, indaga un poco más y trata de descubrir por qué crees que sigue siendo necesaria la misma reacción y detecta el punto que debes trabajar. Siguiendo el mismo ejemplo, es posible que descubras que te sigues sintiendo incapaz de defenderte y te asuste mucho que terminen peleando contigo. Ante esa situación, tal vez creas que sería una buena idea buscar la forma de aprender a defenderte, quizá aprendiendo alguna técnica de defensa personal, o bien, trabajando con tu autoestima a través de alguna terapia.
Hacer una lista de lo que te causa conflicto te ayudará a detectar aspectos que puedes mejorar para fortalecerte física, mental y espiritualmente y trabajar en ellos, de tal forma que, con el trabajo personal realizado, ante los mismos detonantes te sentirás más capaz de resolverlos.
4. Lleva un diario o bitácora.
Si ya estás en la zona de conflicto y las emociones abrumadoras se dispararon, escríbelo.
Un diario es una magnífica forma de sacar las emociones del cuerpo y organizar tus pensamientos. Escribe todo lo que salga de ti sin pensarlo, sé detallado y siéntete libre de expresarlo con las palabras que salgan al momento. Notarás como al final te sentirás más calmado e integrado.
Pero, si te preocupa que alguien pueda leer tu diario y prefieres hacer una bitácora, también ayuda, aunque ciertamente no es tan completa como la anterior. En esa bitácora escribes de manera organizada y concisa lo que pasó, las emociones que se dispararon, lo que piensas sobre ello y las acciones que quieres llevar a cabo.
Ambos, el diario y la bitácora permiten la integración de la experiencia y la exploración de la misma desde un lugar más tranquilo, brindándote mayor claridad en mente y emociones. La idea es que al cabo de un tiempo vuelvas a leer lo que escribiste y veas cómo ha evolucionado. Es posible que notes que tu perspectiva de la situación ha cambiado o detectes áreas a trabajar.
Si en esa nueva lectura descubres que sigues anclado al conflicto, es momento de pedir ayuda, quizá platicarlo con alguien que consideres que será objetivo y que te ayude a integrar la información sin enjuiciarla ni tratar de solucionarla por ti, puede ser un amigo, familiar o terapeuta.
Lo importante para fortalecernos y responder de mejor manera ante los problemas es el autoconocimiento, si sabes quién eres, qué detona en ti emociones abrumadoras, cómo respondes a ellas y qué herramientas tienes, te permitirán crecer ante los conflictos.
No tienes que huir de ellos ni huir de las emociones que se disparan en ellos, con frecuencia el enojo nos llevará a resoluciones necesarias, la tristeza nos permitirá ver lo que necesitamos, la frustración nos ayuda a identificar a qué nos aferramos, y así, cada emoción abrumadora nos da información valiosa sobre nosotros mismos. Usar esa información para nuestro crecimiento nos dará las herramientas necesarias para sentirnos capaces de solucionar lo que venga, adaptándonos a los constantes cambios de la vida y recuperarnos cuando el dolor toque a nuestra puerta. El autoconocimiento es un acto de amor hacia nosotros mismos, y al mismo tiempo, un acto de amor hacia los que nos rodean, entre más en paz nos sentimos con nosotros mismos, más en paz nos sentimos con los demás.
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Ante el conflicto
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